jueves, 10 de octubre de 2013


La suerte del descalzo
es nombrar, cuando pisa, las flores en silencio,
llamar a cada una por su nombre,
sin despegar por ello los labios de la noche.

Porque es la noche sin dueño
paraíso del llanto y del vencido,
y también de quien camina agachando la cabeza.

Sólo en las flores cabe
el ala traslúcida del agua,
no esa que moja la lengua desatada del aplauso,
agua que nombre las flores en silencio

y resbale por el surco de la llaga...